La obra de la Doctora Marta Martínez Llantada trasciende
los espacios de la pedagogía cubana y sobrevive a su ausencia.
“Desde pequeña sentí verdaderamente lo que llamamos
vocación por esta profesión. Fui de esas niñas que jugaba a la escuelita y le
daba clases a mis muñecas, no recuerdo exactamente si era autoritaria con
ellas, lo que sí puedo afirmar es que no eran participativas, lo cual no me
agradaba, porque una de las más importantes vías para educar es el diálogo
abierto, franco, y no la imposición autoritaria.”
Así se refirió a la raíz de su vocación por el
magisterio, la Doctora en Ciencias de la Filosofía Marta de las Mercedes
Martínez Llantada, fundadora y Profesora Titular del Instituto Superior
Pedagógico Enrique José Varona (ISPEJV), en la clase magistral en ocasión de su
investidura como Profesora de Mérito del Instituto.
Inicios en el Pedagógico
Los padres de Marta se consagraron por completo a ella.
No pertenecía a una familia acomodada, pero su papá era joyero y pudo costearle
los estudios. María Josefa (Cuca), la madre, recuerda cuando tomaba de la
mano a su única hija de 16 años e iban juntas a alfabetizar: “Marta logró
instruir a 11 personas en barrios marginales de la capital.”
En su investidura como profesora de mérito del Varona,
recordó cuando comenzaba a dar los primeros pasos por aquel lugar: “Surgían las
carreras profesorales en las especialidades. Así, podría decir que ingresé a
este pedagógico aún antes de su fundación, en 1963, en la Carrera Profesoral de
Español, en la Escuela de Letras. Ese plan era de tres años, y aunque no se le
llamó emergente, había realmente una emergencia por cubrir las necesidades, en
las aulas abandonadas por los que se habían ido del país.
“Después, al fundarse los Institutos Pedagógicos en 1964,
esos cursos integraron la entonces llamada Sección Superior que, junto a la
Básica, formaban los profesores necesarios a la Revolución. Pues bien, comencé
a trabajar en la Sección Básica y mi magisterio cobró mayor responsabilidad,
pues tenía que formar a los que continuarían la obra de tantos insignes
educadores de nuestra tradición nacional.”
Lejos de casa
Marta, licenciada en Español, fue una de las primeras
Doctoras en Filosofía que tuvo el país y su título lo obtuvo en la antigua
Unión Soviética. Quienes la conocieron afirman que poseía un extraordinario
pensamiento abstracto.
Martica, la hija más pequeña, sintió mucho su ausencia
durante ese tiempo: “Estuvo cinco años estudiando en la URSS y tuvo que
escribir y exponer allí su tesis de doctorado. El idioma ruso lo asimiló muy
rápido.
“Como nos tenía a mi hermano y a mí, no se pasó todo el
tiempo en Ucrania; ella iba, estaba seis meses y regresaba. En la casa de
Marianao tenía una máquina de escribir, con letras rusas, y trataba de
adelantar aquí y hacer lo menos posible allá.”
Llantada, en esa tesis, abordó el tema de la enseñanza
problémica, la cual se basa en plantear a los estudiantes una serie de
situaciones contradictorias que motiven en ellos el interés por la
investigación, y la llevó a la práctica.
La Doctora Adania Guanche aprendió, junto a Marta, a
aplicar este saber en las clases: “Ella derivó de esa teoría la forma en
que puede influir en el desarrollo de la creatividad desde el punto de vista
sociológico, filosófico, epistemológico, y alrededor de la hipótesis creó todo
un sistema de conocimientos que es único en el mundo.”
Según Ebblis Fernández, su esposo, Marta tuvo muchos
seguidores en el exterior: “Era muy reconocida en Colombia, México, Brasil,
Nicaragua y Venezuela. Su labor en esos países fue intensa, como coordinadora
de Maestrías y Doctorados. Siempre tuvo algún tipo de actividad en el
extranjero que la comprometía, y le ocupaba gran parte del tiempo. A ella la
llamaban y le escribían de todas partes, invitándola a muchos lugares. Incluso,
murió el 9 de octubre del 2007, y el día 16, es decir, una semana después,
debía partir para México.”
Para el otro Ebblis, su hijo mayor, Marta poseía un
talento natural que le permitió tutorar gran cantidad de investigaciones: “A la
casa entraban personas con varias dudas y salían seguros de lo que iban a
hacer. No le realizaba el trabajo a nadie, ella recomendaba las bibliografías,
orientaba y explicaba. A cualquier hora estaba con los alumnos, ellos llegaron
a formar parte de la familia y se convirtieron en sus mejores amigos.”
La Doctora Teresita Miranda, compañera de Martínez
Llantada desde 1975, se siente orgullosa de haber compartido varios años
junto a ella: “Era una persona maravillosa, sincera, extremadamente esforzada,
muy inteligente, disciplinada, de esas que le dan a los demás todo lo que
saben. Nunca se negó a compartir lo que investigaba, lo que conocía, lo que
aprendía.”
Los sesenta en los cuarenta
La Doctora Angelina Romeu conoció a Martha en 1964,
cuando ambas comenzaron a trabajar en el ISPEJV y tenían 20 años: “Recuerdo una
conmemoración en la que compartimos juntas, fue la actividad Los sesenta en los
cuarenta. Éramos aproximadamente cinco o seis profesoras que cumplíamos 60 años
cuando se celebraba el aniversario 40 del Varona, y acordamos reunirnos para
festejar. La pasamos muy bien y allí no faltó el platico para Cuca.”
El amor de María Josefa por su hija fue recíproco. No
existió un lugar al que Marta asistiese que no se acordara de ella. Miranda no
olvida esos detalles: “Adoraba a su mamá, y siempre, en cualquier actividad,
había que preparar algo para mandarle a Cuca.”
“Mami era muy obesa y comía muchísimo, le encantaban las
golosinas, y no le preocupaba engordar, así se sentía feliz. Pero no le gustaba
cocinar, siempre se justificaba diciendo que no tenía habilidad; realmente no
era falta de destreza, sino de interés, porque con su inteligencia, podía
hacerlo. Pese a eso, cuando quería, inventaba platos y le salían bien”, añade
su hija.
Teresita Miranda veía a Marta como una persona jocosa,
risueña con los amigos, preocupada por sus compañeros: “Parecía muy seria, pero
era lo más graciosa del mundo, le gustaba contar chistes y se sabía muchísimos.
También sufría con lo que le pasaba a los demás, y eso, tal vez, muchos no lo
pudieron aquilatar, pues aparentemente era en extremo callada, sin embargo, se
percataba de los detalles que a veces no captábamos.”
“Y con sus nietas no quería cuento”, comenta Angelina.
“Se deshacía en amor cuando estaba con ellas. Esa profesional profunda,
intelectual, cuando hablaba de las dos pequeñas se transformaba, y cada vez que
nos encontrábamos me enseñaba una foto, era un instante de extrema felicidad.”
El butacón de Marta
Teresita sonríe cuando se acuerda de esta historia:
“Allá, en el Centro de Estudios, donde atendía la Cátedra de la Creatividad,
hay un butacón que conservamos como un trofeo, porque ahí siempre se sentaba;
nunca, ni en las reuniones del Partido, lo hizo en la mesa. Aquel era su
lugarcito y todavía lo mantenemos, es una forma de tenerla con nosotros en todo
momento.”
El Doctor Alfredo Díaz, Rector del Pedagógico Varona,
recuerda a Martínez Llantada como una educadora que se caracterizó por
una docencia muy bien estructurada, consagrada por completo a los estudiantes.
“Ella nunca tuvo reparos para recibir a sus alumnos. Todos le hablaban con
respeto. Logró identificarse con ellos y fomentó una familia. Eso dice mucho
del buen hombre.”
Por los años 70, en el Instituto se instaló un circuito
cerrado de televisión, y ella impartía el curso de Filosofía que se transmitía.
Con la Tercera Revolución Educacional, dio teleclases para todo el país, muchas
relacionadas con la maestría masiva en Ciencias de la Educación; en el programa
Para ti, maestro, proporcionó conferencias en los seminarios nacionales para
educadores.
Llantada también fue Académica Titular de la Academia de
Ciencias de Cuba, y representaba al Varona en todos los eventos científicos,
pues tenía un amplio reconocimiento social como investigadora y por sus grandes
aportes a las ciencias pedagógicas.
El Doctor Alfredo Díaz comenta sobre el otorgamiento a
Marta de la categoría de Profesora Consultante: “La misma se concede a docentes
con requisitos y posibilidades para dejar toda su obra escrita, y ayudar o
tutorar a otros compañeros. Y a ella, en el 2003, casi se la impusimos, porque
no quería; adquirió esta condición, pero en la práctica seguía haciendo lo
mismo de siempre, para Marta aquello no significó nada. No trabajó por
reconocimientos, ni por mérito.
“Obtuvo en varias ocasiones la distinción de Vanguardia
Nacional, y en el año 2004 fue condecorada con el título de Profesora de Mérito
del Pedagógico, porque la obra que había acumulado dentro del claustro la hacía
acreedora de esa categoría.”
Refiriéndose al Premio Nacional de Pedagogía, otorgado a
Marta en el 2002, el Rector expresó: “Eso significa mucho, es algo
extraordinario, porque la pedagogía es la base del desarrollo humano y como
dijo Fidel, sin esta no hay comunismo, y ese reconocimiento es válido
para ella, porque formó comunistas.”
Su muerte sorprendió a todos, pero su ejemplo reposa hoy
en cada rincón del Varona. En el tercer piso del Instituto, se develó una tarja
en su honor y la Doctora Lisset Mendoza, discípula de la Llantada, como también
se le conocía, pronunció las palabras dedicadas a ella durante la colocación.
“Fue el primer reconocimiento oficial después de
fallecida, por lo tanto, era una circunstancia muy difícil para mí. Allí estaba
su familia. Aunque la voz fluía segura, las manos me temblaban. Tenía que ser
fuerte, pero no pude contenerme.”
Llantada no concebía su vida profesional sin enseñar a
unos y aprender de todos. En el Varona dejó los sueños, el alma. Al magisterio
entregó el corazón. Enunció el sentido de lo que significaba para ella ser
maestra “en las palabras de nuestro pedagogo mayor: ….más que sentir pasión por
educar, han de sentir obsesión por educar. Sublime obsesión.
“Los invito a obsesionarse por esta bella misión,
recordando que el primero de todos nuestros deberes es el dar el mejor ejemplo
a nuestros estudiantes, uniendo la acción a la palabra, porque instruir puede
cualquiera, pero educar, sólo quien sea un evangelio vivo.
“Seguiré tratando de ser un evangelio vivo para ayudar a
la Revolución, de la cual soy un soldado que siempre estará lista para
potenciar su obra, pues llevar a los hombres el bien y la ternura es lo que más
falta hace.”
(Las citas textuales de Marta fueron tomadas del artículo
¿Qué significa ser maestro?, clase magistral impartida en ocasión de su
investidura como Profesora de Mérito del Instituto Superior Pedagógico Enrique
José Varona, el 19 de Marzo 2004)
No hay comentarios:
Publicar un comentario