Al pequeño Fabio le fascina el ajedrez,
por eso cuando pierde se encabrona y no quiere que nadie le hable. Y es
que el niño es un talento, porque con solo tres años mueve y protege
las piezas, se enroca, evade el jaque mate pastor, identifica sus
movidas y sabe que el tablero tiene 64 casillas porque está compuesto
por ocho filas y ocho columnas.
Y sin dar mucha importancia a la norma de Gran Maestro, tirado en el
piso del lobby del hotel Habana—Riviera desafió a uno de los grandes: al
cubano Lázaro Bruzón. Fabio escogió los trebejos
blancos y ordenó su tablero como un jugador común. Cada partida de
ajedrez no consiste en ganar un solo juego, sino dos: una primera
victoria la obtiene quien organice más rápido las piezas, y algo muy
distinto es propinar un jaque mate, única opción para el infante que no
acepta tablas, porque sabe que con ese resultado él no gana.
Y es que Fabio se cree que es el mejor, porque no aceptó el empate que le propuso Bruzón en el Capablanca de ajedrez. “Te voy a ganar”, repetía constantemente, y se sintió apenado cuando el segundo mejor hombre de Cuba
en el juego ciencia le neutralizó su rey. Le extendió la mano como se
suele hacer al finalizar cada cara a cara y pidió a su papá que se lo
llevara de aquel sitio. Ahora dice que quiere regresar, para “retar”
nuevamente a Bruzón y ganarle.
Desde que tenía poco más de un año, el niño se interesaba por los
rompecabezas, y los armaba con mucha facilidad, identificaba la melodía
de varios instrumentos musicales, sabía los colores, algunos números y
hacía razonamientos que, si no lo hubiera visto, no creería en las
historias que me contaban sus padres.
Fabio no solo se interesa por carritos ni por pistolas de juguete,
sino también por el dominó, el parchís y los rompecabezas, además de los
seis juegos de ajedrez que en apenas dos años ha logrado tener. La
primera vez que vio las 32 piezas sobre el tablero fue en agosto de
2012, en la biblioteca Villena, y como le fascinaban los rompecabezas,
encontró en el ajedrez uno más. Sus padres notaron la rapidez con que
aprendió a colocar cada pieza en su cuadrícula, y el ingenio con que
memorizaba los movimientos, y comenzaron a enseñarle algunos elementos
básicos.
Desde hace varios meses el niño ha encontrado en el juego ciencia su
principal impulso, porque Fabio es una de las víctimas del Perthes, una
enfermedad que le desgasta la cabeza del fémur y le imposibilita el
caminar. Y aunque los especialistas aseguran que en aproximadamente dos
años podrá retomar su vida normal, mientras Fabio se mueve con destreza
en su pequeña silla de ruedas, en la misma que asiste a las sesiones de
cámara hiperbárica y a cada sitio al que Sandra y Pavel, los padres,
junto a su pequeña hermana Sofía, le acompañan.
Llegar al “Capablanca in Memoriam” fue una experiencia novedosa, los
más de 50 tableros que vio en el hotel Riviera lo cautivaron y ahora,
con más motivación, realiza sus partidas, porque sabe que el ajedrez es
un juego importante, y que lo practican muchas personas, igual que el
fútbol y la pelota. Y quiere aprender mucho para ganarle a los mejores.
Seguro lo veremos nuevamente en el Capablanca, queriendo retar a cuanta
persona encuentre cerca y advirtiendo a todos, con el dedo índice
apuntando al contrario, “te voy a ganar”.
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